viernes, 6 de junio de 2008

Algunas palabras para John


El martes de la semana pasada, antes de alegrarnos con la llegada de nuestros lomitos sobre la bandeja de la chica que nos atendió en Estación 27, nos alegramos con John. Se puede decir -Siter y Saltcitza estarán de acuerdo- que en realidad fuimos a comer a Estación 27 porque queríamos festejar. Veníamos de un teatro repleto y feliz, salimos al frío y entendimos que no podíamos hacer otra cosa que prolongar el swing que ya nos había contagiado, caminando hacia algún lugar, manteniendo el ritmo. Nunca me imaginé que una guitarra eléctrica podía sonar tan eléctrica y menos que esta revelación sucedería en un recital del jazz. Porque el impulso que activaba las manos de John Scofield era muy electrico, sus fraseos parecían descargas de energía que su cuerpo liberaba para poder seguir acumulando, recibiendo de esa fuente de rayos que ni el propio John podría haber explicado si nos hubiese acompañado a comer un lomito a Estación 27; hubiera venido, sin duda. Estuvo en Córdoba, tocando un rato para nosotros. No fue un espectáculo, no fue un show. Era él, detrás de su guitarra, acompañado por otros músicos, muy bien acompañado. Su trío, completado con el bajista Steve Swallow y el baterista Bill Stewart, arrancó como un motor y pronto nos dimos cuenta que era el motor de una maquina de volar. Y cuando esta entelequia tomaba envión y se disparaba por el aire aparecían los Scohorns, una cuerda de vientos integrada por Phil Grenadier (trompeta y flugelhorn), Eddie Salkin (saxo tenor y flauta) y Frank Vacin (saxo barítono y clarinete bajo), que deslizaban un piso armónico suave y elástico donde las melodías de Scofield aterrizaban en puntas de pie y flexionando las rodillas para tomar luego un nuevo impulso. Modesto, sutil, inteligente y lleno de energía fue el recital de John Scofield. Esa noche fue esa noche gracias al Lean y a la chica de Estación 27, que a pesar de tener que atender -aparentemente sin ayuda- a todo el público del Teatro del Libertador que se reencontró allí, los lomitos no tardaron en llegar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Fede, el placer es todo mio. seguramente, de haberlo invitado, los hubiera acompañado a comer lomitos. Espero poder producir más noches felices.
Abrazo.
Lean